El mismo
Minguez coincide con otros autores sobre el concepto de Imagen, definiéndolo
como “el conjunto de significados que una persona asocia a una organización”,
es decir, las ideas utilizadas para describir o recordar dicha organización.
Es
imposible tener una percepción total y global de una empresa por parte de las
personas, por lo que la imagen resultante de esa percepción se basa en
fragmentos. Al respecto, sobre una organización se pueden proyectar tres
distintos tipos de imagen: de empresa,
de marca y de producto. La primera es la imagen institucional de la organización,
la segunda se refiere al conjunto de signos visuales y verbales que elige para
identificarse, los cuales representan a la organización en la mente de los
públicos. La tercera se refiere al lugar que ocupan los productos y servicios
que ofrece la organización frente a otros que existen en el mercado y con los
cuales compite.
La imagen
corporativa, desde el punto de vista de la organización, está relacionada con
las operaciones cuyo fin es crear determinadas impresiones en los públicos, por
lo que la imagen es un reflejo de la identidad, cuyo destino final es
determinar la actitud de los públicos en un sentido positivo para la empresa.
Se ha
dicho que la imagen corporativa es un constructo originado en los entornos de
la organización que excede los entornos inmediatos, y pertenece al receptor de
ella, por lo que la empresa no está capacitada para determinar la actitud de
los públicos ni en sentido positivo ni negativo.
A las
mencionadas operaciones que construyen la imagen se agregan los retazos de lo
que la empresa ES, lo que la empresa HACE y lo que la empresa DICE, aunque no
de manera exclusiva ni determinante. Lo anterior es relativizado pues también
intervienen aspectos como los prejuicios, la religión, la opinión de terceros,
la exposición a los medios y las experiencias propias (las buenas y las malas,
las directas e indirectas). Guisasola (2003) indica, “la imagen de empresa no
depende exclusivamente de lo que la organización quiere mostrar, también
depende de lo otro que el público
quiere captar, apropiarse, interpretar, transformar. Sobre dichas
interpretaciones influyen razones ideológicas, raciales, culturales,
históricas, etc.”
La
identidad corporativa, como se ha dicho, no puede ser componente diferenciable
de la imagen, pues no es posible que la identidad esté simultáneamente aquí (la
organización) y allá (el receptor). La identidad le pertenece a la organización
como la imagen (su juicio, su parecer) le pertenece al otro, y la imagen es
independiente de la identidad, aunque no de manera absoluta dada su calidad de
referencial.
De igual
forma, la conducta, el entorno y la comunicación tampoco pueden ser tales
componentes ya que forman parte de la identidad corporativa: “lo que la empresa
ES, lo que la empresa HACE y lo que la empresa DICE”, es decir, la totalidad de
los modos en que la organización se presenta a sí misma.
Se
debe señalar que N. Minguez atribuye a la imagen cuatro elementos
diferenciables:
1.-
Identidad (imagen esencial)
2.-
Entorno (imagen contextual
3.-
Conducta (imagen factual)
4.-
Comunicación (imagen conceptual)
- La esencial:
“está compuesta por aquellos rasgos más directamente vinculados a la identidad
central [?] de la organización y a su percepción desde dentro y fuera de la
empresa … emana de lo que la organización es incluso antes de hacer o decir
nada y por eso su raíz se encuentra en la carta de identidad y, muy especialmente,
en la misión y en la visión”.
- La contextual: “está
formada por un marco político y legal, por un marco social y cultural, por un
marco económico y tecnológico y por un marco medioambiental”.
- La factual: “es
resultado de la conducta de la organización” y
- La conceptual: la
“concebida y difundida por la organización a través de los
distintos
instrumentos de comunicación de que dispone”.
Continúa...
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