Estamos acostumbrados a pensar que cada uno ve el mundo según el lugar que ‘le tocó’ o según sus propias configuraciones psíquicas, según "sus" propias percepciones. Sin embargo, si esto fuera así, entonces las diferencias entre las experiencias de unos y otros serían tales que la comunicación no existiría, sería una quimera. Por eso debemos construir acuerdos, convenciones sociales, para lograr entendernos y comunicarnos. Esto nos lleva a concluir que las acciones humanas devienen en actividad con sentido, por estar reguladas u ordenadas simbólicamente.
La realidad en la que operamos no es una realidad positiva -exterior, anterior, independiente de quien la percibe-, sino que es, en tanto realidad conocida, al igual que cualquier otra moción anímica, una construcción simbólica. Operamos en la realidad según la interpretamos y la interpretamos según juegos de sentido históricamente (o bien social o simbólicamente) constituidos.
Con lo que se puede llegar a la conclusión que el objeto conocido es, finalmente, el que una comunidad de sentido considera como tal: una convención social.
Fuente: extraído del material de estudio de una clase de Sicología Social.
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