septiembre 19, 2020

La democracia y los movimientos sociales.

El llamado por muchos "Estallido social", es un tema ampliamente analizado, se ha escrito y se seguirá escribiendo mucho ya que es un asunto que ha venido a remecer nuestra realidad; estuvo a punto de quebrar la institucionalidad democrática de nuestro país, y aún está por verse su desenlace ya que la pandemia covid-19 ha dejado en el congelador el desarrollo de este fenómeno social. Uno de los libros que tratan este tema es "Pensar el malestar" de Carlos Peña, y me parece importante remarcar la caracterización de los movimientos sociales y su acción sobre la democracia que en él se hace.

Esta claramente establecido que los "movimientos sociales" actúan desde fuera de la institucionalidad establecida, ya que ésta, según afirman, no ha sido capaz de solucionar los problemas de desigualdad, injusticia y corrupción que aquejaron antes y aún siguen haciéndolo a nuestra sociedad, más bien son parte del problema. Los movimientos sociales difieren de las sectas, pues éstas buscan un espacio para sus ideas, pero no pretenden imponerlas a todos. En cambio esta pretensión de obligatoriedad es propia de los movimientos sociales, ya que en la practica han demostrado muy poca disposición a negociar, lo que está dado por que esgrimen valores finales, bienes definitivos, y por lo tanto intransables. Los integrantes de estos movimientos son en general de la "nueva clase media", su elite esta compuesta  mayoritariamente por miembros con alta educación. También están en contra de la socialdemocracia, ya que identifican a ésta con el estado, con las instituciones que critican.

Dadas estas características de los movimientos sociales es razonable preguntarse si su accionar le hace bien o mal a la democracia.

Un sistema democrático se caracteriza por dos aspectos esenciales: se plantea resolver las decisiones públicas de acuerdo a las que tengan mayor apoyo, mayores preferencias en la ciudadanía. La segunda cuestión es cómo se forman esas preferencias. Para lo cual dispone, en el primer caso, de un sistema electoral que permita conocer las preferencias de la ciudadanía. En el segundo caso, debe asegurarse que esas preferencias sean el resultado de un proceso donde esté asegurada la libertad de expresión, de conciencia o la libertad de enseñanza. En el primer aspecto señalado, las elecciones, éstas son susceptibles de ser controladas, que sean transparentes, y que sus resultados sean la expresión de "un voto una persona". La formación de las preferencias en cambio son afectadas por procesos sociales informales difíciles de controlar, como la formación del capital cultural, las experiencias familiares, el manejo de los medios de comunicación, lo que hace difícil que se cumpla la igualdad para formar opinión publica. Este aspecto es un severo defecto de la democracia, ya que la formación de preferencias no es igual para todos. 

Esto se constituye en un punto ciego de la democracia, que puede ser salvado con la acción de algunos de los movimientos sociales, ya que éstos promueven correr los limites de lo posible, es decir, hacer posible lo imposible. 

En nuestro país está por verse si estos movimientos sociales están por redefinir los limites de lo posible, es decir, cambiar lo que desde las élites se ha naturalizado, o si finalmente terminan siendo un movimiento reivindicativo que busca saldar cuentas con arreglos distributivos, como ya ha ocurrido en nuestra historia reciente.

En Octubre próximo se llevará a cabo un plebiscito en nuestro país, en el cual la ciudadanía debe decidir si está por una nueva constitución o no. Se deben cumplir los dos aspectos esenciales de una democracia, una persona un voto, y que estas personas puedan votar bien informadas. 

Lamentablemente hoy nuestra sociedad está muy dividida, no se respeta al que piensa distinto, más bien se lo considera un enemigo, lo que indudablemente afectará negativamente el proceso plebiscitario. 



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